Te quiero contar algo. Algo que me contó mi tia.

Algo que, en mi opinión de hoy, está a medio camino entre la lección de feng shui, la lección de vida y el chiste malo.

Chiste malo.

Lección buena.

Vida mejor.

Empiezo…

Resulta que una pareja andaba mirando casas en una inmobiliaria.

Y el vendedor, en cuanto los vio por ahí, hizo lo que hace cualquier persona, intentar hacer una venta.

Así que nada, empezó a pegarles el rollo, ya sabes.

Pero el hombre sacó una pizarrita del bolsillo donde decía, “lo sentimos, somos sordomudos”

Entonces el agente sacó una libreta y les pegó el rollo pero por escrito.

Todo bien.

Se lo explicó tan bien que la pareja decidió visitar en ese momento una de las casas.

Y oye, estaban tan encantados que la compra parecía segura.

Pero al llegar de vuelta a la inmobiliaria la pareja hacía gestos con la cabeza de que aquello no les convencía.

El agente les preguntó el motivo por el cual no les gustaba.

Y el hombre sacó su pizarrita y escribió… “No tiene pajaritos”.

Bien.

Esto es muy importante para vivir en equilibrio y armonia con las leyes de la naturaleza.

Mucha gente que no puede escuchar, quiere el piar de los pajaros.

Mucha gente que puede escuchar, no escucha.
Y el pio pio de los pájaros sigue de fondo como el ruido de una lavadora para la mayoría.

Y hay que escuchar el cantar de los pajaros. Con atención.

Hay que escuchar el cantar.

Con obsesión.

Hay que escuchar el cantar. Como si tu vida dependiera de ello.

A mí, de pequeña, cuando era mi turno de salir a la pizarra para escribir la frase de un cuento que nos tocaba, donde cada uno pone una frase para hacer el relato completo…
Doña Paquita me dijo…

Tú mejor no, que no hay quien entienda tu letruja de médico.

Y llevaba razón, tenía que aprender a escribir con claridad, pero el cantar de los pájaros sí lo escucho.

Y eso es lo que enseño aquí: